Casablanca: Los alemanes iban de gris, y tú ibas vestida de azul.



     Rick Blaine ( Humphrey Bogart), sentado a una de las mesas en su café "americain", es interrogado por el Mayor Strasser y otro  oficial alemán. Saben que es un americano con un pasado enigmático, y se divierten, en su calidad de arrogantes conquistadores, incomodandolo con preguntas acerca del conflicto mundial. Le preguntan si, tras tomar París, les imagina entrando en Londres. Rick les responde que se lo vuelvan  a preguntar cuando lleguen allí. Entonces, Strasser se lanza a pincharle de forma mas personal:
     --¿Y en Nueva York?
     Rick le responde:
     --Bueno, hay ciertos barrios de la ciudad donde no les aconsejaría que se metiesen.



     Esta réplica, sin duda nacida de la pluma ácida de los hermanos Epstein (que fueron parte del equipo de guionistas de Casablanca), ejemplifica con sencillez la calidad de un film que no nació con intención de perdurar, pero que finalmente lo hizo , y de qué forma envidiable.
     Todo en Casablanca fluye de una forma precisa y suave, tan incongruente con lo complejo y hasta caótico de su  preparación y rodaje , que resulta poco menos que increíble que esta producción, una de tantas de la Warner Bros de aquel año de 1942, se haya convertido con el tiempo en una de las más fascinantes historias contadas en celuloide.
     Sus virtudes son abrumadoras: una trama concisa y cristalina, pero llena de sutilezas y aderezada con el contenido de fondo de un momento crucial de la historia (la segunda Guerra Mundial), un equipo de guionistas desbordantes de agudeza e inteligencia, un elenco de actores poliédrico y en estado de gracia, y un productor (Hal Wallis) y un director (Michael Curtiz) que , arropados por un staff técnico envidiable, supieron encontrar a machetazos la esencia de la historia y contarla de la forma más equilibrada posible. No era tarea fácil, pero este grupo de profesionales lograron mantener simultáneamente en alto el interés en sus tres elementos clave: unos diálogos extremadamente brillantes, una historia de amor atemporal impregnada de una melancolía irresistible, y un trasfondo social y político que dota al film de  trascendencia  y fatalismo.

     Y todo ello en poco más de hora y media de metraje.
     Aunque también existan largas y buenas películas, se ve que realmente no hacen falta 150 minutos para contar una historia densa y con matices.  Menos es más es una gran verdad que deberia ser tenida en cuenta mucho más a menudo de lo que ocurre. Este film es paradigmático en ese sentido, en lo conciso, en lo sintético, en ir a lo que importa.

     Casablanca es, además de un film que derrota con facilidad los embates del tiempo, un indefinido lugar de ensoñación en el que sus admiradores deseamos pernoctar continuamente. Al contrario que los personajes que pueblan el café de Rick, ávidos de conseguir una plaza en ese avión a Lisboa que les permita escapar de Casablanca, los fans de esta joya cinematográfica no deseamos sino volver una vez, y otra vez, y otra, a este lugar donde se vive al día, donde el peligro puede aparecer en cualquier esquina, donde un nómada sin hogar puede esconderse entre la multitud para dar un respiro a un corazón maltrecho.

      El mundo se desmorona,  y nosotros nos enamoramos, dice Íngrid Bergman en el flashback de París.
     Raramente la Bergman ha estado tan cautivadora como en Casablanca. Su rostro es de una dulzura y una pureza extraña, y la fotografía la retrata con tan enorme belleza que , en el final del film, los espectadores debemos sobreponernos con gran esfuerzo junto a Rick, para dejarla marchar de nuestras vidas en ese avión perdido entre la niebla.

     Hay filmes, libros,  pinturas, piezas de musica, que no necesitan ser defendidas. Lo hacen ellas solas, con la apabullante presencia de sus poderes. La fascinante conjunción de una atmósfera visual evocadora,  una trama romántica irresistible y unos diálogos simplemente memorables, hacen de Casablanca un objeto precioso y delicado, único,  de imposible repetición.

     Nunca insistiremos lo suficiente acerca de la brillantez de las palabras que los guionistas pusieron en boca de los afortunados personajes de Casablanca. En una época como la nuestra, donde en innumerables películas los personajes nos sonrojan con lo pueril y vacío de sus parlamentos, resulta reconfortante acudir de nuevo a Casablanca para disfrutar de la inteligencia de unos guionistas, unos profesionales, que sin duda se divirtieron volcando su agudeza en frases adultas y llenas de ingenio.

     Decía Juan Tebar que él había intentado apuntar los mejores diálogos de Casablanca , pero que había terminado por dejarlo, ya que se dio cuenta de que estaba escribiendo toda la película.
     Estamos de acuerdo.
¿Ejemplos?
      El capitán Renault y Rick mantienen una de sus jugosas conversaciones. Renault siempre está intentando desentrañar el misterio de Rick, un tipo misterioso que le cae bien:
     Renault: Mas de una vez me he preguntado por qué no regresa usted a América.
¿Robó los fondos de una iglesia? ¿ O se escapó con la esposa de un senador? Quisiera creer que mató a un hombre. Soy un romántico.
     Rick: Una combinación de las tres cosas.
     Renault: Pero, ¿ por qué demonios vino a Casablanca?
     Rick: Mi salud. Vine a Casablanca a tomar las aguas.
     Renault: ¿ las aguas, qué aguas? ¿ Las del desierto?
     Rick : Bueno , me informaron mal.

     En otra conversación entre ambos, en la que Renault prosigue en su empeño de componer el puzzle de la personalidad de Rick, se dice:

     Renault: Creo que bajo su apariencia de hombre cínico, es usted un sentimental.
     Rick arquea las cejas y emite un sonido de incredulidad.
    Renalt continúa: Riase si quiere, pero me conozco su dossier. Le mencionaré dos detalles. En 1935 llevó rifles a Etiopía. En 1936 luchó en España con los republicanos.
     Rick: Y fui muy bien pagado en ambas ocasiones.
     Renault sonríe: Los vencedores habrían pagado mejor.

     El personaje de Rick se construye palabra a palabra a través de las reacciones que le provocan sus interlocutores. A pesar de que ha reiterado su misantropía repitiendo que "yo no me juego el cuello por nadie", adivinamos que aún guarda un recoveco para sus principios.
     En una conversación con Ugarte, el traficante de visados, en la que intenta justificarse ante Rick, se dice:

     Ugarte: Me desprecias, ¿ verdad, Rick?
     Rick: Si llegara a pensar en ti, probablemente sí.
     Ugarte: ¿Por qué? Oh...quizá por la índole de mis negocios. Pero piensa en esos pobres refugiados. Si no fuera por mi se morirían esperando. Al fin y al cabo, yo...les proporciono los visados que tanto desean.
     Rick le recuerda: Por un precio, Ugarte, por un precio.
     Ugarte: Piensa en los pobres diablos que pagan lo que Renault les pide. Yo se los doy solo por la mitad. ¿ No es eso una buena acción?
     Rick: Una buena acción hecha de un modo bajo y rastrero.

         En la escena en que Rick e Ilsa ( Íngrid Bergman) se encuentran en Casablanca mucho tiempo después de que ella le abandonara en París, Rick se muestra vulnerable y dolido. Es una faceta de su carácter que quiebra su imagen fría y le proporciona un interés renovado.

    Ilsa: Comprendo lo que debes sentir.
    Rick: ¡ Comprendes lo que debo sentir..! ¿ Cuánto duró lo nuestro,cariño?
    Ilsa: No conté los días.
    Rick: Pues yo sí. Uno por uno. Recuerdo muy bien el último. Era un día de lluvia, en una estación, y un hombre esperaba con el rostro crispado y una ridícula expresión porque le habían arrancado las entrañas. 

     Luego, llevado por su dolor, Rick dirige a Ilsa unas duras palabras. Ella se levanta y se marcha. Rick, el cigarrillo en la mano, el vaso de licor al lado, se derrumba, aguijoneado por su desesperanza y por su comportamiento mezquino con Ilsa.

    Las perlas que son las palabras en la película se desgranan fluidamente a la largo del metraje. Son hallazgos que los admiradores celebramos con el oído atento cada vez que vemos el film.
     La escena final, en el aeropuerto neblinoso, es irresistiblemente romántica y fatalista. Rick ha hecho creer a Ilsa que se queda con él, pero en realidad la va a poner en el vuelo que se marcha de Casablanca con su marido, el líder de la Resistencia Víctor Laszlo. Ella se resiste a dejarle, y entonces Rick se arranca las entrañas él mismo.

   Rick: ...y es cierto también que perteneces a Víctor.  Eres parte de su obra, eres su vida. Si ese avión despega y no estás con el lo lamentarás. Tal vez no hoy, tal vez no mañana, pero pronto, y durante toda la vida.
    Ilsa: ¿Nuestro amor no  importa?
    Rick: Siempre tendremos París. No lo teníamos, lo habíamos perdido, hasta que viniste a Casablanca. Lo recuperamos anoche.
     Ilsa: Dije que nunca te dejaría.
     Rick: Y nunca me dejarás. Yo también tengo mi labor que hacer, y no puedes seguirme a donde voy. En lo que he de hacer no puedes tomar parte. Yo no valgo mucho. Pero es fácil comprender que los problemas de tres pequeños seres no cuentan nada en este loco mundo. Algún día lo comprenderás.

     Aún queda,  tras esta despedida, un magnifico y breve diálogo entre Lazslo y Rick.
     Luego, los motores del avión se encienden. Las miradas de todos se vuelven al aparato. Se miran entre ellos. Isla y Lazslo suben al avión.
     Poco después, en uno de esos finales inolvidables, como el de Con faldas y a lo loco, Reanault y Rick caminan hacia la niebla y ponen una rúbrica para el recuerdo, en una frase justamente célebre.  Entonces, la música de Steiner se eleva en la pista sonora, y así termina la producción numero 410 de Warner Bros, en aquel año de 1942.

     








   




   









   

Comentarios

Entradas populares de este blog

Ross MacDonald: la saga de Lew Archer

Steve McQueen: very cool.