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Atrapado en el tiempo: ¿ Y si no hubiera un mañana?

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     ¿ Y si no hubiera un mañana? ¡ Hoy no lo ha habido!      Phil Connors, el hombre del tiempo de una cadena de televisión,  es un tipo frío y cínico, y todo ello más su carácter agrio no le convierten precisamente en alguien muy simpático frente a las personas que se encuentra en su día a dia.      Un suceso extraordinario cambiará su vida por completo, haciéndole pasar por los innumerables matices de la condicion humana, encontrándose a sí mismo y volviéndole finalmente más cercano y empático ante los seres humanos.         Este podría ser el más sencillo resumen de "Atrapado en el tiempo" , este film impar, que , en la ceremonia de los oscars de 1994 , y si hubiese justicia en el mundo humano, (con permiso de la prodigiosa "Lo que queda del día") debería haber alcanzado una amplia cosecha de premios en las categorías mas importantes. Lástima que ése  fuera el año de Spielberg y su trágica epopeya judía, " La lista de Schindler", estimable pel

Casablanca: Los alemanes iban de gris, y tú ibas vestida de azul.

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     Rick Blaine ( Humphrey Bogart), sentado a una de las mesas en su café "americain", es interrogado por el Mayor Strasser y otro  oficial alemán. Saben que es un americano con un pasado enigmático, y se divierten, en su calidad de arrogantes conquistadores, incomodandolo con preguntas acerca del conflicto mundial. Le preguntan si, tras tomar París, les imagina entrando en Londres. Rick les responde que se lo vuelvan  a preguntar cuando lleguen allí. Entonces, Strasser se lanza a pincharle de forma mas personal:      -- ¿Y en Nueva York?      Rick le responde:      -- Bueno, hay ciertos barrios de la ciudad donde no les aconsejaría que se metiesen.       Esta réplica, sin duda nacida de la pluma ácida de los hermanos Epstein (que fueron parte del equipo de guionistas de Casablanca), ejemplifica con sencillez la calidad de un film que no nació con intención de perdurar, pero que finalmente lo hizo , y de qué forma envidiable.      Todo en Casablanca fluye de una

Ross MacDonald: la saga de Lew Archer

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     Si los mejores escritores son aquellos que, además de juntar adecuadamente las palabras,de tener un estilo reconocible, de proporcionar personajes interesantes, y contar una trama densa y rica en situaciones, ofrecen un retrato coherente y penetrante de aspectos de una parte de la sociedad en que transitan, sin duda  Ross MacDonald es uno de los mejores.      Decía Antonio Muñoz Molina que el "problema" de MacDonald es que escribía siempre el mismo libro. Una voz más lúcida y socarrona le contestó diciendo que puede que fuese cierto, pero que cada libro que escribía era mejor. Modestamente añadiría que , además, ya el primero era muy bueno.     Dando por hecho que Muñoz Molina albergará seguramente su "problema" particular en su propia novelística,  podemos decir que el bloque narrativo de MacDonald es un verdadero canon dentro de la novela policial norteamericana.      El gran Raymond Chandler despotricó en alguna ocasión contra MacDonald, pero es que

Steve McQueen: very cool.

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         Miraba como pocos actores. Parecía estar siempre pensando en algo, proyectando algo. Lo que proyectaba al exterior era una imagen viril, de un tipo de hombre que quizá ya no se ve mucho en el cine de hoy, plagado de chicos que parecen protagonizar más bien videoclips o anuncios de eau de Cologne, con cuerpos hipertrofiados en innumerables sesiones sudorosas.      El aspecto físico de Steve, su hombría, eran naturales. Su magnetismo provenía de una densidad rocosa interior, al igual que la de su apuesto colega en Los siete magníficos, Yul Brynner, a quien McQueen robaba protagonismo en cada plano en que aparecían juntos.      Steve, sin embargo, a pesar de la rotundidad con que su rostro estaba cincelado, a pesar de su pasado pendenciero reflejado en sus poros, podía llegar a ser romántico, idealista, sutil, elegante, y , claro, "cool" como nadie, vistiendo en su vida personal pantalones stretch de la época, polos de cuello alto que resaltasen sus ojos azulisim